lunes, 26 de febrero de 2007

Raúl Ruiz habla de su obra sobre Violeta Parra

(La Nacíon Domingo. 25 febrero 2007)

"Chile se afeita con los ojos cerrados"

Estuvo en el país buena parte del verano grabando “Recta provincia” para TVN. En esta conversación con el taxidermista Antonio Becerro, se pasean por el oficio cinéfilo, las “tetas de Chile”, el Transantiago, los rituales mínimos y sus nuevos proyectos, que incluyen un filme sobre Gabriela Mistral.



Por Antonio Becerro
Raúl Ruiz siempre llega en viajes relámpagos que tienen al menos tres objetivos: ver a su santa madre, conversar y beber con sus amigos -“no vaya a ser cosa que piensen que estoy muy famoso”, advierte-, y rodar películas baratas con los recursos que recorta de sus grandes producciones en Europa.
El artista mayor del cine chileno se bate a la perfección con las técnicas digitales, pero confiesa que goza filmando a la antigua, con tambores de película.
Esta conversación comenzó hace un año, en el ya desaparecido café Lancelot, en plena Providencia, rodeados de micros amarillas; luego siguió en El Parrón, y, entre viajes del cineasta, se ha ido complementando en encuentros furtivos, diálogos telefónicos entre Santiago y París, y no pocas conexiones telepáticas a propósito de la revisión de cintas y textos con alumnos de La Perrera.
-Así es que sigues disfrutando con el celuloide.
-Lo que pasa es que la materia es distinta al digital. Es como el paso del fresco al óleo.
-La textura y el campo de profundidad son distintos.
-Exacto. La fabricación misma te lleva a rituales diferentes y hoy sabemos que los rituales, no sólo en el arte o la ciencia, sino en toda la vida, son más importantes de lo que la gente creía. Nuestra generación los rechazó porque se negaban todas las formas convencionales. Pero ahora sabemos que, si un caballero saca a pasear un perro todos los días a las 6 de la tarde y por alguna razón se le muere o le prohíben sacar a su mascota, en ese minuto se destruye todo un ecosistema. Si se perturban los rituales cotidianos, como almorzar, comer, abrir la ventana o fumarse un cigarrillo, se altera todo. Y el cine está lleno de rituales, es casi como ir a misa todos los días.
-Te refieres desde producción hasta…
-... Todo. Desde que empezó a funcionar la maquinita, todo es ritual y no nos damos ni cuenta. Hay toda una teatralidad. Hay que tener luz, cámara, acción, corten, toma 4, toma 5, comentarios. Todo eso tiene más importancia de lo que se creía. Lo que tienen algunas películas que a mí me gustan es que el sistema completo funciona. Se crea una especie de organismo vivo. Por eso una de las últimas frases que repito mucho es “tú tienes que ver una película tanto como ella te ve a ti”. Mira a (Roberto) Rossellini. Si empiezas a analizar, todo es malo, menos la película.
-Eso me pasó con “Días de campo”. Como todos los actores de televisión, Francisco Reyes pareciera que tiene una receta. Son siempre los mismos en todas sus teleseries, es como si estuvieran en una fiesta de disfraces. Sólo se cambian de nombre y vestuario. A diferencia de otros actores, como el que hacía al personaje que estaba desaparecido…
-Rubio, (el cineasta Ignacio Agüero).
-Ese. Él es totalmente convincente.
-Sin tratar de reducir el tema a fórmulas, una de las primeras cosas que aprendí en cine es que, si usas a un no actor, debes rodearlo con actores. Y, en la medida que los actores son generosos y no lo aportillan, comienzan a hacer actuar al no actor. Entonces, cuando el no actor se mete en confianza, actúa mejor que los actores.
-Andrés Pérez decía lo mismo.
-Andrés hizo una excepción al trabajar en muchas películas mías. Acá se pasó una, pero nadie se dio cuenta. Es la única en que él actúa como personaje. Él decía “no entiendo nada, pero igual tengo ganas de llorar”. Una buena manera de decir quizá que las emociones están desplazadas. O sea, si alguien se muere, por ejemplo, la emoción no está ahí y viene como dos horas tarde. Según la versión freudiana, las condensaciones, como conclusión química, se producen lejos del lugar donde debieran producirse porque crean una especie de efecto, llamémoslo orgánico.
VIOLETA NN
-Disculpa que salpique un poco. ¿Cómo ves el cine gringo? Esa es la industria dominante por estos lados.
-Puede ser bueno, tal como se fabrica un auto, una computadora. La parte artística está confinada al design, al estilo. Es una variante de la fabricación de las modas, la variante de la publicidad. Curiosamente, igual resultan cuestiones interesantes. Te puedo poner de ejemplo a un conocido, (Steven) Spielberg. Él controla todo. Es cierto que tiene un gusto de devorador de hamburguesas, pero la imagen de alta velocidad o de un tren en llamas que pasa te hacen olvidar un poco la terrible actuación.
-Uno de tus próximos proyectos será rodar la vida de Violeta Parra. ¿En qué formato filmarás?
-En el formato chileno: digital, sin plata y con los precios de acá. Estará basada en un libro (“Violeta se fue a los cielos”, de Angel Parra). Seré lo más púdico posible. Es un certamen de honor. A alguien se le ocurrió por ahí que yo era el único que podía hacerlo porque trabajo con pocos recursos. También filmaré a Gabriela Mistral.
-A algunos de tus colegas chilenos les molesta precisamente que vengas a realizar cintas con tan poco dinero
-Ninguno de mis colegas en Chile podría vivir como yo vivo.
-¿En qué sentido?
-Es decir, vivir sin empleada, sin auto, sin jardinero. Vivir como cualquiera.
-Nosotros sabemos la envergadura de Violeta Parra, pero ¿quién determina que su arte se remita a lo folclórico o a lo popular en un sentido peyorativo, de segunda categoría?
-Mira, Gabriela Mistral postula que el folclor es internacional y que un profesor debe aprender a contar cuentos, pues, de lo contrario, no sirve de nada.
-¿Quién interpretará a Violeta en tu película? Te advierto que una parte de los chilenos estamos cansados de los rostros de las telenovelas y la farándula.
-Falta para definir eso, porque la película se hará en la primavera de 2008, pero creo que de todas formas será un rostro no conocido. Con respecto a la farándula, te respondo que es un fenómeno mundial y que todos quisiéramos estar allí, en esa fiesta.
LAS TETAS DE CHILE
-Mirado desde la distancia, ¿hay alguna unidad estética en Chile?
-Hace diez años, te habría dicho que no, que Chile es un país sin cualidades. Así le pusimos en las conversaciones nocturnas de los años 60. Nosotros pensamos en Chile y en América Latina como un continente sin cualidades. En ese sentido, Chile no era una manera de ser, sino un receptáculo de muchas maneras de ser, como todos los países con mucha migración. Chile tiene poca migración, pero mucha inmigración cultural. Se escucha de todo: hay chilenos que leen una novela de William Faulkner, una de Graham Greene, una japonesa, una hindú. Eso hace que estén en una especie de cultura de visitante.
-¿Provoca alguna nostalgia Chile?
-Nostalgia no es la palabra. Me siento medio perdido. Todos mis puntos de referencia han ido desapareciendo. Los últimos eran ciertos bares, como el del Hotel Carrera o el Derby. Muchos desaparecen y otros reaparecen, como El Parrón. Estoy hablando de mis ecosistemas, que son los bares y restaurantes. A mí se me plantea un problema hasta cuando les cambian el uniforme a los Carabineros.
-Este verano, el ecosistema entero de los santiaguinos se remeció con el Transantiago.
-Algo alcancé a ver, pero igual me quedo con los nuevos buses; los amarillos eran demasiado Fórmula Uno.
-Jean-Luc Courcoult los usó como escombros urbanos para el montaje de su Muñeca Gigante.
-¿Te acuerdas de las micros anteriores, esas que tenían trompa y eran de colores? Andrés Pérez tenía una; me dijo que cuando chico le tocó viajar mucho en micros llenas, así que, apenas pudo, se compró una para él solo.
-¿Tienes algún interés en volver a Chile?
-Estoy volviendo, pero tampoco regresaré completamente. Es bueno estar abierto. Desde que se inventó el avión, el problema del exilio cambió de intensidad. Lo mismo ocurre con Internet.
-¿Te manejas con Internet?
-No. Pero Valeria (Sarmiento, su mujer) sí lo tiene: ya está dentro de la casa. Hace algunos años, habría sido causal de divorcio. Lo que sí sé es que los nuevos virus son uno de mis temas preferidos. Cuando envejeces, las enfermedades son la metáfora de todas las cosas. Yo he estado intentando reemplazar la noción de alma por la noción de enfermedad.
¿ESA ES LA MONEDA ABUELITA?
-En el último tiempo, hiciste varias cosas en Chile: una obra teatral, un radioteatro, más películas, pero igual algunos quedamos con gusto a poco. Es como si Raúl Ruiz no existiera. Nadie lo cita o habla de su obra.
-Yo diría que los que deberían ser mis hijos, los hijos de mi generación, se fueron a esa mezcla de crítica abrupta, de farándula y política. Pero, de todas maneras, me parece que los nietos se parecen más a la gente de mi generación. Otra cosa a considerar es que, si bien esos padres pertenecen a la generación cínica, no son cínicos, sino los que triunfaron. Los pitucos de mi época decían no había nada peor que el roto acaballerado. Pero agregaría que hay algo igualmente inquietante, que es el caballero arrotado, que se puede encontrar detrás de todo el espectro de los medios de comunicación, desde los estelares televisivos al “The Clinic”.
-¿Algún ejemplo?
-Muchos titulares tendrían problemas en Estados Unidos con la segunda enmienda de la constitución. En cualquier país civilizado, toda alusión homofóbica o peyorativa es sancionada.
-Pero burlarse del otro es parte de la crueldad humana.
-Sí, pero voy a citar a mi filósofo preferido, Waldo Rojas, que es mi vecino: “Ninguneo y chaqueteo son las dos tetas de Chile”, dice, recordando a un ministro francés que asegura que la agricultura y la ganadería son las dos tetas de Francia.
-¿Qué impresión tienes del Chile actual?
-Chile nunca fue muy distinto: mucho ninguneo y harto chaqueteo.
-Me refiero, por ejemplo, a que haya una mujer Presidenta.
-Era hora, ¿no? En Francia ya tuvimos a Juana de Arco.
-Vuelvo a salpicar. Lo que pasa es que estoy pensando en el futuro. ¿Qué sugerencia les podrías hacer a los creadores jóvenes que tratan de vivir de los concursos públicos y las postulaciones al Fondart?
-Simplemente, que no crean en tonteras, porque Chile se afeita con los ojos cerrados.
-Buena esa Raúl, algunas de tus respuestas me perturban, pero en fin. Ya que estás en la onda biográfica ¿harías un filme sobre Pinochet?
-No, por ningún motivo. Te recuerdo que yo he pasado más de 16 años sin darle la mano a un militar.
-¿Te sorprendió su muerte?
-No, él ya estaba muerto. El caso estaba cerrado. Lo que sí me llamó la atención fue la actitud pudorosa, hipócrita, de los países que provocaron el golpe. En 1969, yo hice la película “Militarismo y tortura”, porque antes del 73 Chile ya vivía una especie de violencia chica. La falta de previsión nos pilló a todos. Recuerdo que un francés me dijo: “Por la módica suma de tres mil y tantos muertos, Chile se ganó la fama de soportar una de las tiranías más brutales del mundo”. No sé, pero yo siento que puede bastar una sola muerte para evidenciar la existencia de una dictadura.
-Volvamos a las técnicas del cine. En La Perrera inventamos un rudimentario mecanismo de filmación y le pusimos Efecto Ruiz, que es cuando la cámara se mueve con toda la realidad. Lo copiamos de “El tiempo recobrado”.
-Es divertido, porque tiene que ver con todo. En (Jean) Cocteau siempre se está moviendo todo el proceso. Hay que distinguir claramente las maneras de pensar en Oriente y Occidente. Según algunos teóricos, los occidentales creen que existe la creación, o sea, que las cosas tienen un comienzo y un fin. Los chinos, en tanto, ven que todo se integra a un proceso. El cine tiene que ver más con esa actitud. No deja de ser una casualidad que el único cine que hoy inventa como cine nacional es el cine chino, de Taiwán y Hong Kong.
-Recordé tu concepto de que cada toma puede ser una película. El otro día, cuando iba en micro frente al palacio de gobierno, escuché a una abuelita que le decía a su nieta: “Mira, esa es La Moneda”. Y la nieta le respondió: “¿Y por qué no es redonda?”.
-Qué bonito. Voy a citarte, porque es una muy buena manera de definir lo que yo trato de hacer. Yo me paso preguntando cosas de ese tipo. Ya sabes, me preocupa que el caballero pasee todos los días con su perro.