lunes, 10 de diciembre de 2007

El niño proletario (Osvlado Lamborghini)

Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada. Nace en una pieza que se cae a pedazos, generalmente con una inmensa herencia alcohólica en la sangre. Mientras la autora de sus días lo echa al mundo, asistida por una curandera vieja y reviciosa, el padre, el autor, entre vómitos que apagan los gemidos lícitos de la parturienta, se emborracha con un vino más denso que la mugre de su miseria. Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario. El padre borracho y siempre al borde de la desocupación, le pega a su niño con una cadena de pegar, y cuando le habla es sólo para inculcarle ideas asesinas. Desde niño el niño proletario trabaja, saltando de tranvía en tranvía para vender sus periódicos. En la escuela, que nunca termina, es diariamente humillado por sus compañeros ricos. En su hogar, ese antro repulsivo, asiste a la prostitución de su madre, que se deja trincar por los comerciantes del barrio para conservar el fiado. En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario. Stroppani era su nombre, pero la maestra de inferior se lo había cambiado por el de ¡Estropeado! A rodillazos llevaba a la Dirección a ¡Estropeado! cada vez que, filtrado por el hambre, ¡Estropeado! no acertaba a entender sus explicaciones. Nosotros nos divertíamos en grande. Evidentemente, la sociedad burguesa, se complace en torturar al nino proletario, esa baba, esa larva criada en medio de la idiotez y del terror. Con el correr de los años el niño proletario se convierte en hombre proletario y vale menos que una cosa. Contrae sífilis y, enseguida que la contrae, siente el irresistible impulso de casarse para perpetuar la enfermedad a través de las generaciones. Como la única herencia que puede dejar es la de sus chancros jamás se abstiene de dejarla. Hace cuantas veces puede la bestia de dos espaldas con su esposa ilícita, y así, gracias a una alquimia que aún no puedo llegar a entender (o que tal vez nunca llegaré a entender), su semen se convierte en venéreos niños proletarios. De esa manera se cierra el círculo, exasperadamente se completa. ¡Estropeado!, con su pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo y los periódicos bajo el brazo, venía sin vernos caminando hacia nosotros, tres niños burgueses: Esteban, Gustavo, yo. La execración de los obreros también nosotros la llevamos en la sangre. Gustavo adelantó la rueda de su bicicleta azul y así ocupó toda la vereda. ¡Estropeado! hubo de parar y nos miró con ojos azorados, inquiriendo con la mirada a qué nueva humillación debía someterse. Nosotros tampoco lo sabíamos aún pero empezamos por incendiarle los periódicos y arrancarle las monedas ganadas del fondo destrozado de sus bolsillos. ¡Estropeado! nos miraba inquiriendo con la cara blanca de terror oh por ese color blanco de terror en las caras odiadas, en las fachas obreras más odiadas, por verlo aparecer sin desaparición nosotros hubiéramos donado nuestros palacios multicolores, la atmósfera que nos envolvía de dorado color.A empujones y patadas zambullimos a ¡Estropeado! en el fondo de una zanja de agua escasa. Chapoteaba de bruces ahí, con la cara manchada de barro, y. Nuestro delirio iba en aumento. La cara de Gustavo aparecía contraída por un espasmo de agónico placer. Esteban alcanzó un pedazo cortante de vidrio triangular. Los tres nos zambullimos en la zanja. Gustavo, con el brazo que le terminaba en un vidrio triangular en alto, se aproximó a ¡Estropeado!, y lo miró. Yo me aferraba a mis testículos por miedo a mi propio placer, temeroso de mi propio ululante, agónico placer. Gustavo le tajeó la cara al niño proletario de arriba hacia abajo y después ahondó lateralmente los labios de la herida. Esteban y yo ululábamos. Gustavo se sostenía el brazo del vidrio con la otra mano para aumentar la fuerza de la incisión. No desfallecer, Gustavo, no desfallecer. Nosotros quisiéramos morir así, cuando el goce y la venganza se penetran y llegan a su culminación. Porque el goce llama al goce, llama a la venganza, llama a la culminación. Porque Gustavo parecía, al sol, exhibir una espada espejeante con destellos que también a nosotros venían a herirnos en los ojos y en los órganos del goce. Porque el goce ya estaba decretado ahí, por decreto, en ese pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo gris, mugriento y desflecado. Esteban se lo arrancó y quedaron al aire las nalgas sin calzoncillos, amargamente desnutridas del niño proletario. El goce estaba ahí, ya decretado, y Esteban, Esteban de un solo manotazo, arrancó el sucio tirador. Pero fue Gustavo quien se le echó encima primero, el primero que arremetió contra el cuerpiño de ¡Estropeado!, Gustavo, quien nos lideraría luego en la edad madura, todos estos años de fracasada, estropeada pasión: él primero, clavó primero el vidrio triangular donde empezaba la raya del trasero de ¡Estropeado! y prolongó el tajo natural. Salió la sangre esparcida hacia arriba y hacia abajo, iluminada por el sol, y el agujero del ano quedó húmedo sin esfuerzo como para facilitar el acto que preparábamos. Y fue Gustavo, Gustavo el que lo traspasó primero con su falo, enorme para su edad, demasiado filoso para el amor. Esteban y yo nos conteníamos ásperamente, con las gargantas bloqueadas por un silencio de ansiedad, desesperación. Esteban y yo. Con los falos enardecidos en las manos esperábamos y esperábamos, mientras Gustavo daba brincos que taladraban a ¡Estropeado! y ¡Estropeado! no podía gritar, ni siquiera gritar, porque su boca era firmernente hundida en el barro por la mano fuerte militari de Gustavo. A Esteban se le contrajo el estómago a raíz de la ansiedad y luego de la arcada desalojó algo del estómago, algo que cayó a mis pies. Era un espléndido conjunto de objetos brillantes, ricamente ornamentados, espejeantes al sol. Me agaché, lo incorporé a mi estómago, y Esteban entendió mi hermanación. Se arrojó a mis brazos y yo me bajé los pantalones. Por el ano desocupé. Desalojé una masa luminosa que enceguecía con el sol. Esteban la comió y a sus brazos hermanados me arrojé.Mientras tanto ¡Estropeado! se ahogaba en el barro, con su ano opaco rasgado por el falo de Gustavo, quien por fin tuvo su goce con un alarido. La inocencia del justiciero placer. Esteban y yo nos precipitamos sobre el inmundo cuerpo abandonado. Esteban le enterró el falo, recóndito, fecal, y yo le horadé un pie con un punzón a través de la suela de soga de alpargata. Pero no me contentaba tristemente con eso. Le corté uno a uno los dedos mugrientos de los pies, malolientes de los pies, que ya de nada irían a servirle. Nunca más correteos, correteos y saltos de tranvía en tranvía, tranvías amarillos. Promediaba mi turno pero yo no quería penetrarlo por el ano. —Yo quiero succión —crují. Esteban se afanaba en los últimos jadeos. Yo esperaba que Esteban terminara, que la cara de ¡Estropeado! se desuniera del barro para que ¡Estropeado! me lamiera el falo, pero debía entretener la espera, armarme en la tardanza. Entonces todas las cosas que le hice, en la tarde de sol menguante, azul, con el punzón. Le abrí un canal de doble labio en la pierna izquierda hasta que el hueso despreciable y atorrante quedó al desnudo. Era un hueso blanco como todos los demás, pero sus huesos no eran huesos semejantes. Le rebané la mano y vi otro hueso, crispados los nódulosfalanges aferrados, clavados en el barro, mientras Esteban agonizaba a punto de gozar. Con mi corbata roja hice un ensayo en el coello del niño proletario. Cuatro tirones rápidos, dolorosos, sin todavía el prístino argénteo fin de muerte. Todavía escabullirse literalmente en la tardanza.Gustavo pedía a gritos por su parte un fino pañuelo de batista. Quería limpiarse la arremolinada materia fecal conque ¡Estropeado! le ensuciara la punta rósea hiriente de su falo. Parece que ¡Estropeado! se cagó. Era enorme y agresivo entre paréntesis el falo de Gustavo. Con entera independencia y solo se movía, así, y así, cabezadas y embestidas. Tensaba para colmo los labios delgados de su boca como si ya mismo y sin tardanza fuera a aullar. Y el sol se ponía, el sol que se ponía, ponía. Nos iluminaban los últimos rayos en la rompiente tarde azul. Cada cosa que se rompe y adentro que se rompe y afuera que se rompe, adentro y afuera, adentro y afuera, entra y sale que se rompe, lívido Gustavo miraba el sol que se moría y reclamaba aquel pañuelo de batista, bordado y maternal. Yo le di para calmarlo mi pañuelo de batista donde el rostro de mi madre augusta estaba bordado, rodeado por una esplendente aureola como de fingidos rayos, en tanto que tantas veces sequé mis lágrimas en ese mismo pañuelo, y sobre él volqué, años después, mi primera y trémula eyaculación.Porque la venganza llama al goce y el goce a la venganza pero no en cualquier vagina y es preferible que en ninguna. Con mi pañuelo de batista en la mano Gustavo se limpió su punta agresiva y así me lo devolvió rojo sangre y marrón. Mi lengua lo limpió en un segundo, hasta devolverle al paño la cara augusta, el retrato con un collar de perlas en el cuello, eh. Con un collar en el cuello. Justo ahí. Descansaba Esteban mirando el aire después de gozar y era mi turno. Yo me acerqué a la forma de ¡Estropeado! medio sepultada en el barro y la di vuelta con el pie. En la cara brillaba el tajo obra del vidrio triangular. El ombligo de raquítico lucía lívido azulado. Tenía los brazos y las piernas encogidos, como si ahora y todavía, después de la derrota, intentara protegerse del asalto. Reflejo que no pudo tener en su momento condenado por la clase. Con el punzón le alargué el ombligo de otro tajo. Manó la sangre entre los dedos de sus manos. En el estilo más feroz el punzón le vació los ojos con dos y sólo dos golpes exactos. Me felicitó Gustavo y Esteban abandonó el gesto de contemplar el vidrio esférico del sol para felicitar. Me agaché. Conecté el falo a la boca respirante de ¡Estropeado! Con los cinco dedos de la mano imité la forma de la fusta. A fustazos le arranqué tiras de la piel de la cara a ¡Estropeado! y le impartí la parca orden: —Habrás de lamerlo. Succión— ¡Estropeado! se puso a lamerlo. Con escasas fuerzas, como si temiera hacerme daño, aumentándome el placer. A otra cosa. La verdad nunca una muerte logró afectarme. Los que dije querer y que murieron, y si es que alguna vez lo dije, incluso camaradas, al irse me regalaron un claro sentimiento de liberación. Era un espacio en blanco aquel que se extendía para mi crujir. Era un espacio en blanco. Era un espacio en blanco. Era un espacio en blanco. Pero también vendrá por mí. Mi muerte será otro parto solitario del que ni sé siquiera si conservo memoria. Desde la torre fría y de vidrio . De sde donde he con templado después el trabajo de los jornaleros tendiendo las vías del nuevo ferrocarril. Desde la torre erigida como si yo alguna vez pudiera estar erecto. Los cuerpos se aplanaban con paciencia sobre las labores de encargo. La muerte plana, aplanada, que me dejaba vacío y crispado. Yo soy aquel que ayer nomás decía y eso es lo que digo. La exasperación no me abandonó nunca y mi estilo lo confirma letra por letra. Desde este ángulo de agonía la muerte de un niño proletario es un hecho perfectamente lógico y natural. Es un hecho perfecto. Los despojos de ¡Estropeado! ya no daban para más. Mi mano los palpaba mientras él me lamía el falo. Con los ojos entrecerrados y a punto de gozar yo comprobaba, con una sola recorrida de mi mano, que todo estaba herido ya con exhaustiva precisión. Se ocultaba el sol, le negaba sus rayos a todo un hemisferio y la tarde moría. Descargué mi puño martillo sobre la cabeza achatada de animal de ¡Estropeado!: él me lamía el falo. Impacientes Gustavo y Esteban querían que aquello culminara para de una buena vez por todas: Ejecutar el acto. Empuñé mechones del pelo de ¡Estropeado! y le sacudí la cabeza para acelerar el goce. No podía salir de ahí para entrar al otro acto. Le metí en la boca el punzón para sentir el frío del metal junto a la punta del falo. Hasta que de puro estremecimiento pude gozar. Entonces dejé que se posara sobre el barro la cabeza achatada de animal. —Ahora hay que ahorcarlo rápido —dijo Gustavo. —Con un alambre —dijo Estebanñ en la calle de tierra don de empieza el barrio precario de los desocupados. —Y adiós Stroppani ¡vamos! —dije yo. Remontamos el cuerpo flojo del niño proletario hasta el lugar indicado. Nos proveímos de un alambre. Gustavo lo ahorcó bajo la luna, joyesca, tirando de los extremos del alambre. La lengua quedó colgante de la boca como en todo caso de estrangulación.

(Del libro "Sebregondi retrocede", de Osvaldo Lamborghini, publicado en 1973 © herederos de Osvaldo Lamborghini)

jueves, 2 de agosto de 2007

Estamos cometiendo un genocidio en Irak (LND 29 julio 2007)

James Massey, ex marine y veterano de guerra:
Estamos cometiendo un genocidio en Irak
Después de meses luchando en el Medio Oriente, este soldado y su mujer hablan de lo que significó la guerra para su familia, de las atrocidades que vio en el frente y de sus sentimientos hacia la administración de Bush.


Nación Domingo
Elizabeth Subercaseaux. Desde Washington.

Antes de partir a Irak, a comienzos de 2003, James Massey (35), soldado profesional del US Marine Corp (USMC), la infantería de marina estadounidense, trabajaba como instructor del Ejército de su país. Su mujer, Jackie (25), estudiaba enfermería en la Universidad de Western Carolina. Formaban una pareja como tantas, que empezaba su vida juntos. Pero ya no más. Toda sonrisa en este matrimonio pertenece al pasado. “El hombre que era mi marido y que un día partió a servir a Irak gozaba de los autos, del cine, de acampar y de la música, todas esas cosas simples de la vida. Era un hombre contento y relajado que dormía toda la noche. La persona que volvió de la guerra vive al límite de la paranoia, deprimido, enojado, es incapaz de gozar de nada sabiendo lo que padecen sus compañeros de armas y noche tras noche despierta gritando por culpa de las pesadillas, víctima de un terrible síndrome de estrés postraumático”, cuenta Jackie.
Jimmy estuvo diez meses en Irak, desde enero de 2003 hasta comienzos de 2004, combatiendo en el Pelotón 1 del Tercer Batallón de la Primera División del USMC. A su regreso, enfermo con todo lo que padeció en el frente, se integró al movimiento Veteranos Contra la Guerra de Irak, y desde entonces tanto él como su mujer han pasado gran parte de su tiempo dando a conocer la verdadera cara de esta tragedia.
Al comienzo, cuentan, cuando Bush decidió invadir Irak, tanto Jimmy como su mujer creyeron lo que la administración decía. “Nos tragamos todos sus mentiras”, señala ella. Jimmy partió a la guerra convencido de que en Medio Oriente encontrarían armas de destrucción masiva, de que Al Qaeda tenía una relación estrecha con Sadam Hussein y que el dictador iraquí era uno de los responsables del atentado a las Torres Gemelas. Era 2003, el comienzo de todo.
Cuando Jimmy se fue juramos que nos escribiríamos todos los días, pasara lo que pasara. Y lo hicimos. Las primeras cartas fueron sobre asuntos rutinarios, una misión por aquí, un campamento que se levantaba por allá, cosas de esas. Pero después de unas semanas las cartas empezaron a ponerse negras y Jimmy me decía que no podía dormir: las bombas explotaban alrededor del campamento, en todas partes, y cuando lograba conciliar el sueño despertaba con horrendas pesadillas de lo que había visto en el día; pero nunca me decía qué era lo que había visto. Poco a poco me empezó a quedar claro que ni Jimmy ni sus compañeros de armas estaban de acuerdo con lo que estaba pasando allí, y que lo único que querían era regresar a casa cuanto antes”.
-¿Y qué era lo que habías visto en el día y no le contabas a tu mujer, Jimmy?
-Destrucción por todas partes, destrucción innecesaria, y muerte; tanta muerte que en las noches me cuestionaba mi propio derecho a seguir existiendo. Lo que más me impactó, siempre, fue el sufrimiento de los niños. Se suponía que los soldados americanos, íbamos a apoyarlos, pero eso nunca ocurrió. Se suponía que después de 13 años viviendo bajo las sanciones impuestas por el propio Estados Unidos, que nosotros estuviéramos allí les serviría para que pudieran vivir mejor. Pero no lo hicimos. Sólo matar. Nunca olvidaré el día en que fuimos a un orfelinato de niñas y una niñita iraquí se me acerca y me alcanza una nota donde me agradecía por haber liberado a su país de Sadam Hussein. Yo tomé la nota y pensé que lo triste era que en realidad no los estábamos liberando de Saddam para hacerlos más felices, más libres y más dignos, sino para robarles el petróleo y alimentar nuestra industria militar.
-¿Cómo fue su reacción y la de sus compañeros de armas cuando, una vez que llegaron a Irak se dieron cuenta de que la administración de Bush había mentido a los soldados, que no había armas nucleares y Sadam Hussein no había tenido participación alguna en los ataques a Nueva York?
-Efectivamente los soldados hablaban de esto, y ahora mucho más, pues la situación es mucho peor ahora de lo que era cuando yo estuve allí. Yo mismo lo he hablado mucho con otros soldados y debo decirle que un marine profesional, como nosotros, tiene el deber, el derecho y el privilegio de rebelarse en contra de órdenes ilegales. Usted no se imagina la enorme cantidad de marines que piensan lo mismo que yo, y hay muchos de ellos hablando en contra de esta guerra, no sólo en Estados Unidos sino en el mundo. Como yo. Nos avergüenza lo que nuestro país está haciendo en el Medio Oriente.

PESCANDO TRUCHAS CON PUTIN
El día que se realizó esta entrevista, los diarios estadounidenses mostraban en primera plana una fotografía del Presidente George W. Bush y su homólogo ruso, Vladimir Putin, en las costas de Kennebunkport, Maine. Bush había invitado a su colega a pasar un fin de semana en la bella propiedad que tienen sus padres en este elegante balneario de la costa este. La foto mostraba a ambos gobernantes de pie en la cubierta del yate, la brisa marina desarbolando sus cabellos, sonriendo con sus aperos de pesca, a la caza de truchas y lenguados. Ese mismo día, las noticias informaban que la escalada de violencia en Irak había dejado a otros 14 soldados norteamericanos despedazados por las bombas. “Llevamos años viendo fotos de Bush pescando truchas, jugando golf o paseando en bicicleta, mientras los soldados pierden los brazos, las piernas y las cabezas”, dice Jackie. “Honestamente, creo que Bush no es capaz de empatizar con nadie. Vive en una burbuja donde puede pensar y hacer lo que quiera sin ninguna consecuencia. No le importa que muera gente inocente todos los días como resultado de esta guerra”.
“Esta es una guerra ilegal que ha violado seriamente las normativas de la Convención de Ginebra”, añade Jimmy, quien el año pasado, junto a la periodista francesa Natasha Saulnier, publicó un libro llamado “Kill, kill, kill” (traducido al español como “Cowboys del infierno”), donde cuenta sus vivencias en el frente. “Y en cuanto a mi, personalmente, cada día que me queda de vida tendré que vivirlo sabiendo que he matado a inocentes por una mentira”, señala.
-¿Qué mensaje le gustaría pasar?
-Lo que yo quiero decir al mundo, como soldado estadounidense, es que en Irak estamos cometiendo un genocidio. No solamente estamos asesinando a inocentes todos los días sino que hemos esparcido suficiente depleted uranium (uranio radiactivo) como para que el genocidio continúe por muchos años.
-Hábleme del uranio radioactivo, ¿qué significa?
-Las municiones depleted uranium (DU) son fabricadas con residuos nucleares. En forma de munición no significa un mayor peligro, pero una vez que la munición ha sido disparada, todo cambia. Un vehículo que ha sido atacado con DU queda completamente contaminado. Las partículas, trasportadas por el aire, el agua y donde sea que aterricen, contaminan la tierra, el agua o los pulmones de quien sea que las respire. Los soldados que han sido contaminados con DU tienen problemas en los pulmones, en la columna vertebral y en los huesos, y un gran porcentaje de posibilidades de tener niños con todo tipo de malformaciones congénitas. En Irak hay niños que están naciendo, ya no ciegos, sino sin ojos, a causa de uranio radiactivo que nosotros hemos desparramado por todas partes. Los iraquíes están sufriendo los efectos colaterales día a día.

CÓMO SE TERMINA

Eso de que todos saben cómo y cuándo empieza una guerra, pero nadie cómo termina, nunca fue más cierto que ahora. “Una consecuencia garantizada de esta guerra es la completa devastación de Irak”, dice Jimmy. “No sólo devastación para Irak sino también para el pueblo norteamericano”, agrega su mujer. “Se han perdido demasiadas vidas inocentes en esta guerra inmoral, no hay manera de curar las heridas de los familiares, los hijos, los amigos de los muertos”.
-Como cónyuge de un marine que casi pierde la vida en Irak, ¿qué le diría a Bush si se lo encontrara de frente?
-Usted es un cobarde a quien no le importan más que sus propios intereses; lo responsabilizo por el síndrome de estrés postraumático que padece mi marido, por las miles de vidas inocentes que se han perdido gracias a sus mentiras, por el dolor y la pena de los familiares de miles de soldados que han perdido su vida, y por los otros miles que regresarán a su país deshabilitados tanto física como mentalmente. Usted tomó un buen puñado de mentiras, las envolvió y las convirtió en un paquete de miedo que ha precipitado a nuestro país a un abismo. Usted y su administración han destruido a Estados Unidos y debieran ser juzgados como criminales por la larga lista de leyes que han violado.
-El senador McCain, otro candidato republicano, ha dicho que sacar a los soldados de Irak convertiría aquel lugar en un verdadero infierno, aún peor de lo que es ahora. ¿Está de acuerdo con eso?
-No -señala Jim-, yo creo que la situación se va a poner peor en la medida en que la presencia de Occidente se mantenga. Si la OTAN quiere involucrarse para reconstruir Irak, muy bien, sería muy positivo, pero finalmente deben ser las fuerzas del Medio Oriente quienes decidan como reconstruir sus países, no Estados Unidos.
-¿No le parece un trago demasiado amargo para esos países esto de que llegue el Ejército norteamericano, los destruya y luego les diga reconstrúyanse ustedes lo mejor que puedan?
-Estoy de acuerdo, todo esto no es más que un cúmulo de acciones criminales, tal como dice Jackie. Por eso estoy en contra de esta guerra que yo mismo he peleado, por eso es que nos odian.
-¿Cuál es la mejor estrategia de salida?
-No hay más que una: la salida inmediata, a partir de ahora mismo, de todas las tropas extranjeras en el Medio Oriente. LND

martes, 13 de marzo de 2007

Jodorowsky habla: Por un puñado de Dólares.

(La Nación Domingo. 04 marzo 2007)

Jodorowsky habla del retorno de “El Topo” y sus nuevos proyectosPor un puñado de dólares
Por más de 30 años, la película favorita de John Lennon no pudo ser exhibida. Ahora, el chileno llegó a un acuerdo con el dueño de los derechos y además prepara un set DVD con tres de sus filmes. Acá el sicomago adelanta la película donde Marilyn Manson y Nick Nolte serán gánsteres jugadores.

Por Al Weisel
Alguna vez, John Lennon dijo que la cinta “El Topo” (1970), del director Alejandro Jodorowsky, era su favorita, y convenció a su representante, Allen Klein, para que la comprara. A Klein también le encantó, tanto así que no permitió que nadie más la viera.
En una entrevista con Roger Ebert en 1990, Jodorowsky dijo que Klein le había dicho: “’El Topo’ es como el vino, se pone mejor con el tiempo. Estoy esperando a que mueras y entonces voy a tener una fortuna”.
La alucinógena película de vaqueros, con la actuación estelar del director como un pistolero vestido con ropa de cuero negro que venga la masacre de los habitantes de un pueblo, se convirtió en un filme “underground” de culto, pero no se pudo ver legalmente –aunque han circulado versiones piratas por más de 30 años–, ya que Jodorowsky y Klein se pelearon.
No obstante, eso finalmente cambió, y ahora se puede ver la cinta en la pantalla grande en una versión remasterizada que se presentó el otoño pasado en el Festival de Cine de Nueva York y se estrenará pronto en Estados Unidos. También van a sacar un paquete de películas en DVD de Jodorowsky, incluidas “Fando & Lis” (1968), “El Topo” y “La montaña sagrada” (1970).
–¿Por qué es que al fin se volverá a sacar “El Topo”?
–Después de casi 25 años de conflicto con Allen Klein, llegamos a un arreglo amistoso. Hace unos meses fui a Nueva York a remasterizar “El Topo” arreglando el color. Hice un trabajo espléndido con Robin, la hija de Allen Klein. El DVD incluye tres de mis mejores películas –”Fando & Lis,” “El Topo” y “La montaña Sagrada”, con dos horas de cintas extras, imcluida la primera que hice cuando tenía 24 años, que estaba perdida. La película es una historia de Thomas Mann, una pantomima titulada “The tide” Hay entrevistas y comentarios.
–¿Cuál fue el conflicto con Allen Klein?
–Él quería que yo hiciera una película y yo no, así es que me escapé. Entonces dijo: “Si te escapas así, nadie volverá a ver tu película”. Peleamos durante muchos años, y repartí videos del filme. Sin embargo, después de todos estos años hablamos por teléfono y nos dimos cuenta de que estábamos gastando demasiado dinero, porque no nos odiamos. Hicimos las paces. Así es que fui a ver a mi antiguo enemigo. Cuando abrió la puerta me dijo: “Estás hermoso. No eres un monstruo”. Yo le dije: “Tú tampoco eres un monstruo, eres como un maestro espiritual”. Ahora somos viejos. Han pasado 30 años. Así es que ahora somos amigos... Tu mejor amigo siempre es tu peor enemigo.
–¿Qué tipo de trabajo tuvo que hacer para remasterizar las películas?
–Tienen una máquina nueva para [hacer] los colores que quería. En aquel entonces, la técnica no era tan perfecta. También, algunas tomas que eran oscuras son claras, y a tomas estáticas les di movimiento. Ahora están perfectas. Por primera vez en mi vida tengo la película como a mí me gusta. Hice lo mismo con las tres cintas. La primera era en blanco y negro, así es que no hubo problema, pero “El Topo” sí fue un problema porque el color estaba mal. Y “The holy mountain” es como una pintura.
POETA POBRE
–A John Lennon le gustaba mucho su trabajo.
–Estoy muy agradecido con él porque cuando llegué a Estados Unidos con “El Topo”, las grandes compañías dijeron: “No sabemos cómo estrenar eso. Es tan diferente”. Era imposible exhibirla. Entonces, una persona se la enseñó a John Lennon y le gustó, así es que la exhibió con su película con Yoko Ono [y] el público vio mi cinta. La empezaron a pasar a medianoche, la primera vez que exhibían una cinta a esa hora, lo que comenzó las películas de medianoche, filmes como “Pink flamingos” (1972). Llamaron a eso “misa de medianoche”. Al año, Allen Klein compró la película. John Lennon se lo recomendó y dijo: “¿Por qué no le das dinero para que haga lo que quiera?”. Klein me dio un millón de dólares. Para mí era enorme, para ustedes los estadounidenses era nada. Hice una película enorme en México con ese dinero, “La montaña sagrada”. En ese entonces, nadie la entendió, y nunca se estrenó. Ahora, Marilyn Manson admira esa cinta. Se inspiró con ella e incluyó fragmentos en su video (“The dope show”, 1998).
–De hecho, hizo la ceremonia del matrimonio de Manson.
–Sí, quiso que oficiara la ceremonia como el personaje del alquimista de “The holy mountain”. Le dije: “Mire, señor Manson, han pasado 20 años o más. No tengo el traje”. Así es que cuando llegué a Irlanda para casarlo, me estaba esperando el traje. Ése era su sueño. Ahora ya se puede entender la película.
–¿Cuál era la película que Allen Klein quería que hiciera?
–Quería que hiciera “The story of O”. No quería hacer algo sexual. Soy feminista. No quería hacer una cinta sobre una mujer que es esclava. Cuando hice “El Topo” era un machista sudamericano. En “La montaña...” comencé a avanzar con las mujeres en la película; me di cuenta de que no podía tratar a las mujeres de esa forma. Estaba avanzado para mi época. Allen dijo: “¿Por qué no quieres hacer esa película?”. Así es que me escapé. Tenía razón de enojarse, desde su punto de vista como productor, porque metió mucho dinero en “El Topo” y “The holy mountain”, y cuando quiso hacer un gran negocio conmigo me escapé.
–Alguien que vea estas películas por primera vez, ¿qué debería saber?
–Que soy un artista. Hoy en día, las películas no las hacen artistas, las hacen compañías y las producen multinacionales. Se ha perdido el arte en el cine. Ahora, cuando artistas hacen cintas, las hacen para los museos. Pero para mí, los museos son cementerios. “El Topo” es una película de vaqueros y “La montaña sagrada” es de un alpinista, sobre escalar montañas. “El Topo” es una película moderna. No envejece. Y “La montaña...” lo será en su momento, en diez años.
–¿Cuál es su siguiente proyecto?
–Se llama “King shots” y es una película de gánsteres. Hay muchos actores que quieren participar en ella. Marilyn Manson interpretará el papel de un Papa de 300 años de edad. Nick Nolte me llamó y dijo que vio “Santa sangre” (1989). Manifestó: “Quiero trabajar con usted.” Le dije: “¿Cómo le pago?”. Y respondió: “No importa eso”. Quiero rodar en Rumania y en el desierto en España, donde Leone filmó sus películas. Se desarrolla en un casino en medio del desierto, y todos los gánsteres llegan a jugar y encuentran en el desierto el esqueleto de un gigante tan grande como King Kong. También quise hacer una cinta titulada “Abel Cain”, que era el hijo de “El Topo”, pero no pude conseguir el dinero. Muy cara. Sabe, soy un poeta pobre que trata de hacer películas artísticas, personales. No soy una multinacional. Pienso que mis filmes son una especie de elixir que puede cambiar la mentalidad para bien. Odio las cintas en las que uno entra tonto y sale tonto, sin cambios. Con las mías quiero cambiar la forma en la que se percibe el mundo.
Premiere
(The New York Times Syndicate)
“Santa Sangre”, está rodada en México. En ella aparecen sus hijos Cristóbal y Adán y narra la vida de un niño circense que ve cómo su padre corta los brazos de su madre.
“El Topo”, es un western ya de culto, para todos los seguidores del psicomago. Conocida también por los halagos que John Lennon le brindó a la cinta.
En “La Montaña Sagrada”, Jodorowsky invita a participar a Orson Welles y Salvador Dalí, pero éste cobraría 100 mil dólares por cada hora de filmación.

lunes, 26 de febrero de 2007

Raúl Ruiz habla de su obra sobre Violeta Parra

(La Nacíon Domingo. 25 febrero 2007)

"Chile se afeita con los ojos cerrados"

Estuvo en el país buena parte del verano grabando “Recta provincia” para TVN. En esta conversación con el taxidermista Antonio Becerro, se pasean por el oficio cinéfilo, las “tetas de Chile”, el Transantiago, los rituales mínimos y sus nuevos proyectos, que incluyen un filme sobre Gabriela Mistral.



Por Antonio Becerro
Raúl Ruiz siempre llega en viajes relámpagos que tienen al menos tres objetivos: ver a su santa madre, conversar y beber con sus amigos -“no vaya a ser cosa que piensen que estoy muy famoso”, advierte-, y rodar películas baratas con los recursos que recorta de sus grandes producciones en Europa.
El artista mayor del cine chileno se bate a la perfección con las técnicas digitales, pero confiesa que goza filmando a la antigua, con tambores de película.
Esta conversación comenzó hace un año, en el ya desaparecido café Lancelot, en plena Providencia, rodeados de micros amarillas; luego siguió en El Parrón, y, entre viajes del cineasta, se ha ido complementando en encuentros furtivos, diálogos telefónicos entre Santiago y París, y no pocas conexiones telepáticas a propósito de la revisión de cintas y textos con alumnos de La Perrera.
-Así es que sigues disfrutando con el celuloide.
-Lo que pasa es que la materia es distinta al digital. Es como el paso del fresco al óleo.
-La textura y el campo de profundidad son distintos.
-Exacto. La fabricación misma te lleva a rituales diferentes y hoy sabemos que los rituales, no sólo en el arte o la ciencia, sino en toda la vida, son más importantes de lo que la gente creía. Nuestra generación los rechazó porque se negaban todas las formas convencionales. Pero ahora sabemos que, si un caballero saca a pasear un perro todos los días a las 6 de la tarde y por alguna razón se le muere o le prohíben sacar a su mascota, en ese minuto se destruye todo un ecosistema. Si se perturban los rituales cotidianos, como almorzar, comer, abrir la ventana o fumarse un cigarrillo, se altera todo. Y el cine está lleno de rituales, es casi como ir a misa todos los días.
-Te refieres desde producción hasta…
-... Todo. Desde que empezó a funcionar la maquinita, todo es ritual y no nos damos ni cuenta. Hay toda una teatralidad. Hay que tener luz, cámara, acción, corten, toma 4, toma 5, comentarios. Todo eso tiene más importancia de lo que se creía. Lo que tienen algunas películas que a mí me gustan es que el sistema completo funciona. Se crea una especie de organismo vivo. Por eso una de las últimas frases que repito mucho es “tú tienes que ver una película tanto como ella te ve a ti”. Mira a (Roberto) Rossellini. Si empiezas a analizar, todo es malo, menos la película.
-Eso me pasó con “Días de campo”. Como todos los actores de televisión, Francisco Reyes pareciera que tiene una receta. Son siempre los mismos en todas sus teleseries, es como si estuvieran en una fiesta de disfraces. Sólo se cambian de nombre y vestuario. A diferencia de otros actores, como el que hacía al personaje que estaba desaparecido…
-Rubio, (el cineasta Ignacio Agüero).
-Ese. Él es totalmente convincente.
-Sin tratar de reducir el tema a fórmulas, una de las primeras cosas que aprendí en cine es que, si usas a un no actor, debes rodearlo con actores. Y, en la medida que los actores son generosos y no lo aportillan, comienzan a hacer actuar al no actor. Entonces, cuando el no actor se mete en confianza, actúa mejor que los actores.
-Andrés Pérez decía lo mismo.
-Andrés hizo una excepción al trabajar en muchas películas mías. Acá se pasó una, pero nadie se dio cuenta. Es la única en que él actúa como personaje. Él decía “no entiendo nada, pero igual tengo ganas de llorar”. Una buena manera de decir quizá que las emociones están desplazadas. O sea, si alguien se muere, por ejemplo, la emoción no está ahí y viene como dos horas tarde. Según la versión freudiana, las condensaciones, como conclusión química, se producen lejos del lugar donde debieran producirse porque crean una especie de efecto, llamémoslo orgánico.
VIOLETA NN
-Disculpa que salpique un poco. ¿Cómo ves el cine gringo? Esa es la industria dominante por estos lados.
-Puede ser bueno, tal como se fabrica un auto, una computadora. La parte artística está confinada al design, al estilo. Es una variante de la fabricación de las modas, la variante de la publicidad. Curiosamente, igual resultan cuestiones interesantes. Te puedo poner de ejemplo a un conocido, (Steven) Spielberg. Él controla todo. Es cierto que tiene un gusto de devorador de hamburguesas, pero la imagen de alta velocidad o de un tren en llamas que pasa te hacen olvidar un poco la terrible actuación.
-Uno de tus próximos proyectos será rodar la vida de Violeta Parra. ¿En qué formato filmarás?
-En el formato chileno: digital, sin plata y con los precios de acá. Estará basada en un libro (“Violeta se fue a los cielos”, de Angel Parra). Seré lo más púdico posible. Es un certamen de honor. A alguien se le ocurrió por ahí que yo era el único que podía hacerlo porque trabajo con pocos recursos. También filmaré a Gabriela Mistral.
-A algunos de tus colegas chilenos les molesta precisamente que vengas a realizar cintas con tan poco dinero
-Ninguno de mis colegas en Chile podría vivir como yo vivo.
-¿En qué sentido?
-Es decir, vivir sin empleada, sin auto, sin jardinero. Vivir como cualquiera.
-Nosotros sabemos la envergadura de Violeta Parra, pero ¿quién determina que su arte se remita a lo folclórico o a lo popular en un sentido peyorativo, de segunda categoría?
-Mira, Gabriela Mistral postula que el folclor es internacional y que un profesor debe aprender a contar cuentos, pues, de lo contrario, no sirve de nada.
-¿Quién interpretará a Violeta en tu película? Te advierto que una parte de los chilenos estamos cansados de los rostros de las telenovelas y la farándula.
-Falta para definir eso, porque la película se hará en la primavera de 2008, pero creo que de todas formas será un rostro no conocido. Con respecto a la farándula, te respondo que es un fenómeno mundial y que todos quisiéramos estar allí, en esa fiesta.
LAS TETAS DE CHILE
-Mirado desde la distancia, ¿hay alguna unidad estética en Chile?
-Hace diez años, te habría dicho que no, que Chile es un país sin cualidades. Así le pusimos en las conversaciones nocturnas de los años 60. Nosotros pensamos en Chile y en América Latina como un continente sin cualidades. En ese sentido, Chile no era una manera de ser, sino un receptáculo de muchas maneras de ser, como todos los países con mucha migración. Chile tiene poca migración, pero mucha inmigración cultural. Se escucha de todo: hay chilenos que leen una novela de William Faulkner, una de Graham Greene, una japonesa, una hindú. Eso hace que estén en una especie de cultura de visitante.
-¿Provoca alguna nostalgia Chile?
-Nostalgia no es la palabra. Me siento medio perdido. Todos mis puntos de referencia han ido desapareciendo. Los últimos eran ciertos bares, como el del Hotel Carrera o el Derby. Muchos desaparecen y otros reaparecen, como El Parrón. Estoy hablando de mis ecosistemas, que son los bares y restaurantes. A mí se me plantea un problema hasta cuando les cambian el uniforme a los Carabineros.
-Este verano, el ecosistema entero de los santiaguinos se remeció con el Transantiago.
-Algo alcancé a ver, pero igual me quedo con los nuevos buses; los amarillos eran demasiado Fórmula Uno.
-Jean-Luc Courcoult los usó como escombros urbanos para el montaje de su Muñeca Gigante.
-¿Te acuerdas de las micros anteriores, esas que tenían trompa y eran de colores? Andrés Pérez tenía una; me dijo que cuando chico le tocó viajar mucho en micros llenas, así que, apenas pudo, se compró una para él solo.
-¿Tienes algún interés en volver a Chile?
-Estoy volviendo, pero tampoco regresaré completamente. Es bueno estar abierto. Desde que se inventó el avión, el problema del exilio cambió de intensidad. Lo mismo ocurre con Internet.
-¿Te manejas con Internet?
-No. Pero Valeria (Sarmiento, su mujer) sí lo tiene: ya está dentro de la casa. Hace algunos años, habría sido causal de divorcio. Lo que sí sé es que los nuevos virus son uno de mis temas preferidos. Cuando envejeces, las enfermedades son la metáfora de todas las cosas. Yo he estado intentando reemplazar la noción de alma por la noción de enfermedad.
¿ESA ES LA MONEDA ABUELITA?
-En el último tiempo, hiciste varias cosas en Chile: una obra teatral, un radioteatro, más películas, pero igual algunos quedamos con gusto a poco. Es como si Raúl Ruiz no existiera. Nadie lo cita o habla de su obra.
-Yo diría que los que deberían ser mis hijos, los hijos de mi generación, se fueron a esa mezcla de crítica abrupta, de farándula y política. Pero, de todas maneras, me parece que los nietos se parecen más a la gente de mi generación. Otra cosa a considerar es que, si bien esos padres pertenecen a la generación cínica, no son cínicos, sino los que triunfaron. Los pitucos de mi época decían no había nada peor que el roto acaballerado. Pero agregaría que hay algo igualmente inquietante, que es el caballero arrotado, que se puede encontrar detrás de todo el espectro de los medios de comunicación, desde los estelares televisivos al “The Clinic”.
-¿Algún ejemplo?
-Muchos titulares tendrían problemas en Estados Unidos con la segunda enmienda de la constitución. En cualquier país civilizado, toda alusión homofóbica o peyorativa es sancionada.
-Pero burlarse del otro es parte de la crueldad humana.
-Sí, pero voy a citar a mi filósofo preferido, Waldo Rojas, que es mi vecino: “Ninguneo y chaqueteo son las dos tetas de Chile”, dice, recordando a un ministro francés que asegura que la agricultura y la ganadería son las dos tetas de Francia.
-¿Qué impresión tienes del Chile actual?
-Chile nunca fue muy distinto: mucho ninguneo y harto chaqueteo.
-Me refiero, por ejemplo, a que haya una mujer Presidenta.
-Era hora, ¿no? En Francia ya tuvimos a Juana de Arco.
-Vuelvo a salpicar. Lo que pasa es que estoy pensando en el futuro. ¿Qué sugerencia les podrías hacer a los creadores jóvenes que tratan de vivir de los concursos públicos y las postulaciones al Fondart?
-Simplemente, que no crean en tonteras, porque Chile se afeita con los ojos cerrados.
-Buena esa Raúl, algunas de tus respuestas me perturban, pero en fin. Ya que estás en la onda biográfica ¿harías un filme sobre Pinochet?
-No, por ningún motivo. Te recuerdo que yo he pasado más de 16 años sin darle la mano a un militar.
-¿Te sorprendió su muerte?
-No, él ya estaba muerto. El caso estaba cerrado. Lo que sí me llamó la atención fue la actitud pudorosa, hipócrita, de los países que provocaron el golpe. En 1969, yo hice la película “Militarismo y tortura”, porque antes del 73 Chile ya vivía una especie de violencia chica. La falta de previsión nos pilló a todos. Recuerdo que un francés me dijo: “Por la módica suma de tres mil y tantos muertos, Chile se ganó la fama de soportar una de las tiranías más brutales del mundo”. No sé, pero yo siento que puede bastar una sola muerte para evidenciar la existencia de una dictadura.
-Volvamos a las técnicas del cine. En La Perrera inventamos un rudimentario mecanismo de filmación y le pusimos Efecto Ruiz, que es cuando la cámara se mueve con toda la realidad. Lo copiamos de “El tiempo recobrado”.
-Es divertido, porque tiene que ver con todo. En (Jean) Cocteau siempre se está moviendo todo el proceso. Hay que distinguir claramente las maneras de pensar en Oriente y Occidente. Según algunos teóricos, los occidentales creen que existe la creación, o sea, que las cosas tienen un comienzo y un fin. Los chinos, en tanto, ven que todo se integra a un proceso. El cine tiene que ver más con esa actitud. No deja de ser una casualidad que el único cine que hoy inventa como cine nacional es el cine chino, de Taiwán y Hong Kong.
-Recordé tu concepto de que cada toma puede ser una película. El otro día, cuando iba en micro frente al palacio de gobierno, escuché a una abuelita que le decía a su nieta: “Mira, esa es La Moneda”. Y la nieta le respondió: “¿Y por qué no es redonda?”.
-Qué bonito. Voy a citarte, porque es una muy buena manera de definir lo que yo trato de hacer. Yo me paso preguntando cosas de ese tipo. Ya sabes, me preocupa que el caballero pasee todos los días con su perro.